Ansiedad me recorre el tórax, ansiedad trata de escapar por mi boca y mis ojos y mis manos. Y me quedo muy quieta y en silencio, prestando atención a una voz que asegura: "Si no le escuchas, le despojas de poder y entonces no existe". Tapo mis oídos, pero luego le veo. Cubro mis ojos y le siento.
La ansiedad me consume, y en conjunto a sus hermanas envidia, desprecio y esperanza, amenaza con no dejar más que cenizas un día de éstos.
Envidia de la felicidad del ignorante, en un extremo, y de la transfiguración generada por la catarsis de mi alma cuando me abres tu corazón, en el otro.
Desprecio por cualesquiera sea la justificación del cosmos para suscitar esta coincidencia.
Y auto-lacerandome con estos repetitivos soliloquios me someto nuevamente a cambio de dos minutos de hermosa anestesia, en un ciclo infinito, hasta que lo imposible ocurra.
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